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La enfermedad silenciosa

Vivir con una enfermedad inflamatoria intestinal puede ser un camino solitario, lleno de dudas e incertidumbre. La culpa, pena y falsas asociaciones al malestar son resultado de un encuadre social de desinformación y tabúes.

El dolor se asocia con acciones, las acciones con culpas vacías de razón y llenas de suposiciones e ignorancia. La culpa se acompaña con pena y un temor a la intromisión de la intimidad del cuerpo y fragilidad de la vida misma. 

 

Conectar con el prójimo puede ser un reto, desde poner en palabras aquello que apenas está entendiendo en su cuerpo, hasta el miedo y culpa que puede simbolizar la condición por sí misma.

 

Es frecuente escuchar frases como :

“ a mi también me duele el estomago cuando como mal…”

“ todo está en la actitud”

“ eres lo que comes”

“ es el estrés…”

“ no puedes sentirte mal todos los días…”

“ todo se cura con ejercicio y alimentación”

entre muchas otras palabras que pudieran ser un intento de  consuelo y conexión, pero terminan siendo solo desconexión.

Quién vive con EII cada día experimenta un nuevo reto y forma de sentir su cuerpo, de escuchar su cuerpo. 

 

Romper el silencio recae en la aceptación y reconocimiento tanto del malestar de quien vive con una EII, pero sobre todo del reconocimiento de su esfuerzo, creatividad, resiliencia, coraje y fortaleza de su proceso de búsqueda de bienestar. 

 

La voz está en el silencio del juicio, en la apertura a la escucha de quien lo vive y le da forma a su condición en su cuerpo y su vida.

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